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Cuando realizas una intervención en un sitio tan abandonado como este, un antiguo almacén de bebidas de un bar en el casco viejo de la ciudad, el reto de mejorar lo presente, parece sencillo.
Luego resulta que la estructura de madera está delicada después de la crudeza del paso del tiempo. Al desvestir la casa de todos sus abrigos, nos encontramos con muros de adobe que nos ilustraban cómo el edificio había ido creciendo y extendiéndose a costa de vecinos o patios de manzana.
Sin embargo, el trabajo y el esfuerzo no es vano y hemos podido recuperar una estancia única y especial para sus nuevos habitantes. Lugares especiales e íntimos mediante el acondicionamiento del antiguo patio. No podíamos cambiar el aspecto exterior del entorno pero sí podíamos revestirlo y homogeneizarlo recuperando elementos “demodé” como el pavés de cristal, tan típico de otras épocas pero hoy algo denostado.
Aplicamos un esmalte de color blanco pero con una extensión parcial a las numerosas vigas de madera del lugar, de manera que pudiéramos seguir apreciando la belleza de este material sin cargar el espacio con colores oscuros.
El salón y la cocina conforman un único espacio, hay poco sitio y pocas entradas de luz, pero no por ello deja de ser confortable y acogedor. Y para aprovechar al máximo la luz natural, siempre tan preciada, el único dormitorio, lo hicimos también transparente cerrando el tabique solamente hasta media altura. De ahí al techo, creamos una celosía de madera y cristal que permite el paso de la luz natural desde los patios interiores hacia el salón.
Un proyecto a simple vista sencillo, un reto muy bonito para crear un pequeño capricho en el centro de la ciudad.